Tengo miedo de dejar pedazos tirados, lugares donde incluyo mis neuronas. Miedo de olvidar las tres noches que permanecí con Maren Krauske, miedo de olvidar verla caminar en Ebelá y de dejar perdida la charla que surgió. Tengo miedo de olvidar el restaurant cubano frente al hotel Xalapa, en Veracruz de México y de olvidarme que bailé hasta amanecer. Tengo miedo de ver a Maren en un instante cerca del atardecer en Playa Blanca, allá donde volví a nacer, al ver a Paula reír.
Tengo miedo de observar a Herber en sus fotografías aplazando lo que dejó olvidado en Xejuyú, y en los salones donde compartíamos en la Universidad; tengo miedo de hablar cada tres semanas con Abiel y que se percate de mí presencia con un enter. Tengo miedo de creer que Natacha me dejó el silencio, como cuando viaja de Florencia a Roma, de su boca a la mía. Tengo miedo de que Natalie sienta que lo mejor es dejarme ir y venir, con ella o sin ella. No sé, quizá tanta seguridad me entretiene y me tiene.
Tengo miedo de sentirme en un punto excéntrico al dejarme ir.
foto tomada por un horchata |
Debo confesar, ese miedo de siempre lo descubrí y me asombra, no de estar solo o acompañado, si porque constantemente tengo miedo de que no me entiendan, cómo si los diálogos fueran completos ¡Dónde queda el sentido común y las vivencias previas! Tengo miedo de escuchar los noticieros desde que el titular fue el cuerpo muerto de un amigo. Miedo de dialogar y ser catalogado, como si callarse fuera una opción de la naturaleza. Tengo miedo de creer en el miedo.
Hace dos años trabajo de codificador de un paciente que intentó decir algo y ahora tengo miedo de ceder la nueva metodología que diseñé, pues nació al brindarle 2 mil 600 horas ¡Así emergió y así es el conocimiento! ¿acaso existe otra forma? ¿Qué sería del tango sin su ausencia heredada o del Hip hop sin el idioma Kachiquel en Guatemala y de la poesía sin su eterno “opositor” Nicanor Parra? ¿Qué seriamos sin el otro, sin lo hallado? Tengo miedo de ser el excéntrico y de ceder por completo lo que viví en la biblioteca.
Tengo tanto miedo, no de lo que decodifiqué, tengo miedo del jeroglífico que se auto-cedió la totalidad del derecho de autor. Tengo miedo, porque dejé la estructura y ahora se mercantilizará a una organización reconocida. Tengo miedo, porque razoné y sentí por horas. Ahora el azar y el destino, será para el que tiene oído de divo y parece tener visión oportunista de la masa, es decir, de la opinión general.
Tengo miedo de que Herber regrese a Suiza, de que me cuente su regreso y ver lo mucho que ha dejado de ser él, europeizado. Tengo miedo de Hallstamd y quedarme por comer raggmunk, de Savona y sus escenarios al aire, de Hallamds y del edificio Albatroz, de Paris y de la vez que me presentaron a Maren y de los seis meses que se ausento de mí y de su reciente mensaje privado en twitter. Tengo miedo del instante que caminó a la estación del tren y se marchó. Miedo, de que vuelva. Tengo miedo, desde que me enamoré de Paula. Tengo miedo desde que fui el amor de Verónica y le serví para fortalecer su matrimonio.
Figueres |
Tengo miedo de entender que significa ser ciudadano del “primer mundo” e incluirme en los altos grados de ignorancia. Tengo miedo de salir de vacaciones de verano y olvidarme como lo hace Maren Krauske en sus viajes insistentes en tren ave, de Barcelona a Madrid. Tengo tanto miedo de que Maren venga a Xejuyú a tomar fotografías y crea, no que vino a un “tercer mundo”, sino a la cuarta dimensión del Edén y que dicho lugar es una sensación digna de recordar en Starbucks. Tengo tanto miedo de creer que eso pueda suceder...
Tengo miedo de olvidar Isla negra y su cielo abajo y encima, de Xejuyú y sus calles de tierra, de no encontrarme con la familia de Herber y comer Pulique, de ver la montaña; Miedo de olvidar Veracrúz y en el anochecer no recordar a Jenny cuando me prestó su franela para evitar el frio que sabía tenía. Tengo miedo de olvidar hablar con mi papá a las 2 am., cuando me surge una idea, miedo de no saber de mi mamá a las 6pm donde quiera que yo exista, miedo de olvidar la sonrisa de mis hermanos, miedo de olvidar acompañarme de mi perro “pequeño” y mi gato “cookie”.
Tengo tanto miedo de olvidar que el punto excéntrico es mejor, quizá, porque no sé funcionar como eje, donde la mayoría endiosa a seres eternos y goza sin razonar. Tengo miedo de olvidar apoyar las proclamas en los “tres mundos” y en todos los idiomas. Me da miedo olvidar a Chavez, porque es fuego y el sueño bolivariano es luz como Facundo Cabral, a Arbenz y el decreto 900, el Pop Wuh y a Asturias, a Alonso Quijano, a los hermanos Karamázov, de olvidar este mundo 2.0. Miedo de no saber el significado de mis amigos, de los amigos de ellos y de los que voy a conocer. Miedo de dejar de sentir y razonar… tan sólo instante.
Posdata:
Por cierto me gusta volar y porque en la vida acaricio un sueño: Viajo en Parapente a la constelación de Ambrosía, a hablar de Amor.