Hace doce meses abandonéTrefligan, lugar donde la gente anda y anda y
no sabe bien a donde va. En aquella ciudad ya no miraba a las personas, ni a los
ojos de ellos todo el tiempo. Allá olvidé el Té Whittard y los chocolates costanuss como mis placeres de la tarde, antes
de ir a caminar a las avenidas y respirar los aromas que venían de jardines de
los balcones. Así recuerdo, también el azahar.
Estas palabras/ a veces
y sin propósito/se cargan de la nostalgia de
un adiós y de la bienvenida de un amor.
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Hace 365 días emigré a ambrosía, quiero
decir, también a veces me refugio en esa pequeña constelación que ha dado luz a
mis mayores victorias y a mis mayores derrotas. Para llegar u observar desde allá,
vuelo en parapente y casi siempre, como era de esperarse, desde allá se observa
mejor. He visto que estar bajo este sistema de producción, abarrota de corrupción
y de falsa moral a los que toman decisiones y a quienes las acatan; y que a
pesar de que todos lo notan, nadie se alborota.
Hace dos semestres reúno estas letras, con la idea de brindar un
significado emotivo al amor, a los sueños, a la política, a los amigos, a la
familia y a los que conoceré... con el ánimo de ocupar, sino un espacio,
si dejar una opinión dentro de la amalgama de emancipaciones que brinda este
sistema a un grupo de poder, poco identificado con la humanidad, donde el argumento vitalicio es el dinero a toda costa.
Sirva lo anterior, como un prólogo
de cada una de las doce cartas que he redactado y compartido por este medio.
Debo confesar, a veces fue un gran esfuerzo escribirlas, siempre me vi inundado
de signos de admiración y puntuación que no sabía si ordenarlos o guardármelos en mi cabeza. Cada mes
que pasaba, era como revelar lo bien que me siento cuando me enamoro, era
extraño, porque antes decir esto en primera persona, era impensable.
Hay detalles de tantas cosas qué no cambian,
por ejemplo, continúe con la fobia al frío de la seis de la tarde. Dos o tres
veces al mes tomo café un lunes a las 10 de la mañana. De 3 a 10 noches por mes
me quedo dormido con un libro o con el audio de alguna emisora de radio para
obviar el espacio que ocupan cuatro almohadas en mi cama.
Han sido doce meses donde aprendí a canalizar que una emoción no se
razona, porque se vuelve cuadrada e inexacta y que marchar sin norte es más cómodo
en todas partes. Así sucedió el tiempo y espacio y de alguna manera me propuse
deletrear cada imagen, por si alguna se fuera a pixelar. Por ejemplo, la pregunta que me hice hoy fue ¿Cómo
huele un jazmín? ¿O como recordar su aroma?
“Estas letras” bien las podrían transmitir por las redes sociales, pero
siempre he tenido una especie de “pavor” a expresarme en pocas palabras. A
veces he sentido nostalgia, quizá por un día bonito, pero decirlo en un espacio
que se actualiza a cada segundo como Facebook o Twitter, me provoca un poco de
desasosiego. Quiero decir, no me agrada ver a mis pensamientos caducar, sino
los actualizo cinco veces por día.
Lo que no puedo negar es que me han pasando cosas bonitas, he conocido
a seres humanos insuperables, mis padres y hermanos están conmigo, algunos
amigos partieron, pero también he hecho muchos amigos y las heridas del pasado
sanaron, justo cuando empecé con estas cartas. Ahora solo espero finalizar
lo que me propuse en la universidad, trabajar mucho y soñar no solo con colores
e intentos, también con aromas y esos barquitos de papel que al desmantelarlos,
hallo cerca de diez mil esquinas. Por cierto, ahí puedo navegar sin necesidad y
sin descanso, con tiempo y me gusta.
Posdata,
Así es como una vez por mes, veo el
mundo desde Ambrosía; Acá no puedo callar
y porque a veces/ también aquí llueve.
Alejso