La historia T

Era la primera vez que escuché hablar de Castel, era la primera vez que la vi enceguecida por una historia de esas. Era una de tantas veces que la reconocí, pero esa vez fue la primera. Esa era mi única coartada, pequeña, pero era un indicio evidente, el cual no podía, ni me permitía descartar.

No se cuantas veces la vi caminar, pero fueron muchas ¡Tantas! qué recuerdo una sola imagen, esa cuando iba caminando a la esquina Sur del edificio T. Ella fue a aquel lugar por María, con quien habló y visitó una solo vez, aun así la consideraba su mejor y única amiga.

También me habló, —la única vez que platicamos— del gato entrando a la cocina de Amelie. Para muchos, —pasado algún tiempo— estas pistas fueron solo letras novelas que una vez hojeamos juntos. Empero, luego de que ella desapareciera, aquello eran mi primer indicio, como decía, mi única coartada para encontrarla.

Al inicio, por primera vez me di cuenta de su inquietud, de su paz, de lo leal que puede llegar a hacer. Lo reconocí cuando me escribió, quiero decir, cuando dejó una nota para María, que yo creí, era para mí y la leí así. En esa hoja decía "nunca mueran tus convicciones". Luego, por primera vez me enteré de sus anécdotas alrededor del edificio T. Supe que llegaba al café y miraba a María de lejos, huyendo de Castel. Le parecía extraño aquello y también a mí. Claro, porque no sabía que pasaba con ellos dos. En realidad a mi me llamaba la atención ella, caminando alrededor del Edificio T.

Yo, Prudencio, —así me llamaron por primera vez desde que empecé a existir— supe de sus caminatas por el Edificio T, desde su exacerbada forma de adoptar para sí, la historia de Castel y María; Para mí ella era una confidente de María y hablaban a escondidas. Las observé solo una vez juntas, luego supe que se escribían cartas, las cuales dejaban en el buzón en la esquina Sur del Edificio que mencioné.

Un día, ella escribió una nota para María y la dejó tirada, mientras caminaba. Yo que la seguía de cerca, —como dije anteriormente—  levanté ese papel y leí, creyendo que era para mí, —sucedió así, sin intención. En esas letras, ella le decía a su amiga, aparte de que “no mueran sus convicciones”, que la admiraba. Asimismo, le describió la vez que soñó con la luna. 

Mientras haya duda, surgirá interés por ella 

e intentos de media luna.

Aquí, a esta altura, por primera vez, casi me quedaba sin coartada. Por poco, empezaba a creer que no la vería más. Pero, pasado el tiempo, en su ausencia me hacía falta e hizo efecto en mí. Y al contrario de la mayoría, no parecí de insomnio, ni dejé de cumplir con mis compromisos. La forma donde me olvidé de mi, era en mis sueños largos, donde yo pensaba que descansaba, pero no era así. Una de tantas mañanas, por primera vez, recordé lo que había soñado un lunes. De Inmediato me levanté de la cama, fui a la ducha, luego desayuné, —jamás descuido mi alimentación— me cepillé los dientes y al verme al espejo, caí en cuenta que en mi sueño había dejado caer mi lapicero detrás de la lavadora. Luego de salir del baño, fui a la lavadora, la moví de lugar y ahí estaba mi lapicero. Si, también me sorprendí.

No, no olvidé mi primera coartada, solo logré durante todo ese tiempo, —creo— destacar que podía contar sin ella. Pero también concluí en su ausencia, que he guardado anécdotas, sueños e historias paralelas a nuestro eterno pretexto, tras verla caminar alrededor del Edificio T.

#NeverMore

Fin