Ambrosía, diciembre de 2012

carta XXI

Si supiera escribiría del tiempo, de ese que se marcha sin piedad y de ese que avanza sin mayor protagonismo. Si supiera, también callaría, seguramente aprendería del silencio, de ese que sabe expresar cuando debe hacerlo. Quien podría debatirlo, quién podría hacerlo, si cuando las cosas cambian, solo uno se da cuenta.

Las cosas no cambian ni envejecemos de pronto, es solo que el tiempo se va entre los dedos, de a poco, no se detiene, cada día es un puñado de arena como aquellos relojes. Por eso Ambrosía, no tengo problema con que pase el tiempo, pero si me daría nostalgia si después de años ya no encuentro igual al amor, sería devastador, no sería lo mismo, ya lo comprobé.

Me sucedió con Vero hace años, ella era mucho mayor que yo y ni cuenta me daba, pero yo amaba sus ojos cansados y su cuerpo intacto después de años. Luego de un tiempo, un problema nos separó y demás está decirlo, durante meses no lo acepté, pero así es de mendigo el tiempo, avanza sin piedad y me cambió. Tanto que hace dos meses volví a verla y supe de su rostro,  quizá sin amor, no de odio. Así volví a contemplarla y me conmovió vernos en caminos diferentes, como desconocidos. Ella con su mismo esposo y yo enamorado en otro lugar.

Si supiera porque todo pasa tan rápido, avanzaría sin ver atrás, pero es inevitable recordar y dejar de meditar cuán rápido pasa, incluso el amor, y eso en verdad me ocupa.

Amores hay muchos. Entre ellos, la comunicación que tengo con mis padres. Lo he comentado, no somos tan explícitos para decir las cosas... quizá sea por el lugar donde nací, quizá la tierra nos alienta y nos hace potenciar las sensaciones, para obviar ciertas palabras. Nosotros no frecuentamos los te quieros, nosotros decimos te ayudo, te gustó lo que hice para vos, acompáñame. A mi papá le ocupa el amor y siempre le dice a mi mamá que es la más bonita. Quizá por eso me ocupa el amor, quizá por eso no dejo de recordar.

Ambrosía, es difícil describirte, porque tus párpados 

me ciegan/ cuando me cubren de tus ojos

La lealtad que conocemos de las amistades es fantástico, son hermanos que escogemos. Abiel Sternat me echó la mano cuando más necesitaba, tal vez porque tenemos la misma visión del mundo. Con Herber, Aarón, Mex, Jenny, Lucy y Liz, muchas veces no nos frecuentamos, pero como bien dice Borges “La amistad no necesita de constancia, el amor sí, si en el amor no hay constancia y confidencias, termina siendo una traición”. Por eso con Krauske, estamos unidos por sensaciones, por amor, por la libido, por su sonrisa mejorada, su forma de caminar e incluso por lo clandestino, por eso nos ocupa el amor, como a Melody, mi querida confidente del edificio T.

Reitero, si supiera escribiría del tiempo, pero quizá sería una impertinencia, por eso recuerdo y tal vez porque esos momentos me conmueven, aunque después sean solo un puñado de arena como aquellos relojes, que a cada día desvanecen.

Me pareció justo escribir esta carta, porque quizá eso desee recordar con el tiempo.

Alejso