Febea

En la habitación del tercer nivel en un espacio de 143 cuadros, lógicamente ordenados en el piso, allí de pie tengo vista a 15 diáfanas, luz natural, agujas suficientes para conservarme tibio en caso de que el espacio sea insuficiente y deba salir huyendo. 

En realidad durante ese lapso de tiempo, entre en confusión y aciertos, me vi desde lejos, circunstancialmente cerca y no sentí temor, sino acuosidad y desgano, no así desasosiego, siendo sincero fue una intensa calma que me motivo sin yo consentirlo, conserve el insomnio e inicie describir a Fernanda.

Mi posición a esta altura de la noche, es el lado izquierdo, aun costado de mi cama, allá afuera no hay luz, se corto la energía, tengo 3 velas en el piso y la sombra engrandece todo para arriba, el ropero parece amenazador, por alguna razón que desconozco en la oscuridad también se logran ver cosas que no se ven a simple vista, entonces empecé a recordar a Fernanda, porque también es una opción, regresar.    

Ella, tiene nombre como una avenida, como un vereda, es una mujer que se esfuerza con muchos y tiene unos senos que despide aroma a vino; lo sé, es pura, profana, es una diosa, una belleza de pocos años, es ella, la casualidad y producto de hombres fracturados, imponentes, desusos. Entre todo es ella.
     Su debilidad es el portal que llena esta ventana e inconcientemente traiciona toda arista vana que la podría explicar. Yo mismo la admiro de lejos, Febea el legado es ella, una mujer, he fallado en ella, lo sé, por no poder llenar estos días con la simpleza de su mofa, por la pobreza cegada que es su rosa; ella es también una egoísta que se refugia en mis dedos y es pregonera de sus deseos, también lo sé, la perdono.