Diurna apenas sonata

Diurna apenas sonata, deseo acaso diurna, erguida cuasi inevitable, línea cristalina por encima del viento, calcula con dos de sus dedos mi clavícula, una áncora y una vigésima sexta insanía de cuatro décadas y cuatro lunas.

Indistinta al frontis de mi fortaleza mas yo y usted y usted y yo, abrazándonos al careo sin ausentarme de nadie, ni usted de él. Sin duda le esperaba diurna apenas sonata en medio del tiempo acariciándome por encima de él.

Diurna roída en supletoria caída, le sospecho con una taza de café y un cuarzo de sacarina, colmada de añoranza, encendiendo un cerillo, porque fumo en lagos de sangre allanándonos de olvido y crueldad encomiable por sobre el anden lindante a unos maderos verticales de luz que se van y dejan sombras.

Sonata, yo hubiese sido el conato para proferir y serenar con demasía el cotejo diáfano enrevesado de entre las gentes que le entorpecían hacia arriba toda turbia; empero vos convencida de mí, permanecías incierta y ausente de vos en mi voz, te tomabas de mis brazos y yo de los tuyos.