Tengo un gato que profetiza por la azotea.
Ronda, lleva consigo el aislamiento sin ser
correspondido, equilibrando una equívoca
tregua que no me deja morir, confusamente
camina en el tejado y espera por mí.
Me lleva, me cuestiona horas, me conmuevo
y me dejo ir, contonea y sin miedo postro en sus
ojos, hasta que logra no irse sin mí melancolía. Deja
golpes toc toc toc en la azotea, él seso de caminar.
La luz enmudeció, murmurando su olvidado miau, miau miau. Días atras capturé su sonido y tardo para devolverme la noche sola sin sus patitas incanzables. Arrullándomé, decidió caminar al azar, ya no soy de él, fuí de él.
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